viernes, 23 de noviembre de 2007

23. Las bolsas y mochilas de los explosivos.

 

¿Dónde se compraron las bolsas en las que se transportaron los explosivos del 11-M?

 

Para trasladar la totalidad de los explosivos, desde Asturias a Madrid, tuvieron que realizarse varios viajes. Desde principios del 2004 viajaron varios ciudadanos españoles desde el Principado, desplazándose en autobuses de línea con bolsas provistas de candados con combinación, y a finales de febrero fueron los mismos terroristas quienes subieron hasta Asturias y regresaron con bolsas cargadas de explosivos.
 
No sabemos a ciencia cierta cuantos viajes se hicieron desde Asturias hasta Madrid para acarrear explosivos y detonadores, antes del último fin de semana de febrero de 2004, es seguro que un mínimo de tres, pero pudieron ser hasta cinco.
 

Es de suponer que las bolsas de deporte empleadas para los viajes en autobús, y cerradas con candado provisto de combinación, no se tiraron a la basura. No tendría sentido tirar las bolsas y conservar los explosivos al aire libre. Lo más probable es que los cartuchos de dinamita continuasen en su interior (para algo tenía ya cada una su candado con combinación) y luego fueran empleadas para contener en ellas otros tantos artefactos explosivos el día 11 de marzo.

 
De este modo tendríamos entre tres y cinco bolsas. De ellas se nos habla en el Sumario, de su capacidad, algunas 30 ó 40 kilogramos de peso, y de su marca y color, citando en concreto a una de color azul y negro con dos cremalleras, de la marca Adidas. Incluso que alguna de ellas fue comprada en El Corte Inglés.
 
Por otra parte, tal y como declaró en su momento una cajera del establecimiento Carrefour de Trasona-Corvera, y aparece en un tique correspondiente al día 28 de febrero del 2004, a las 21.23 horas de ese día, una persona pagó en efectivo una compra por importe de 195,10 euros, en la que estaban, además de seis bolsas de tamaño considerable, como eran las tres mochilas modelo "Teide" de 45 litros de capacidad cada una de ellas y los tres macutos, una serie de productos imprescindibles para una noche en el monte, como eran las tres linternas, ocho pilas LR06 para las linternas, tres latas de sardinas, un pack de cuatro yogures "Bio", una botella de leche semidesnatada "Asturiana" de 1,5 litros, un cuchillo cocinero, una bandeja con 16 palmeritas "Dulcesol", un paquete de magdalenas cuadradas marca Carrefour, dos paquetes de queso de cabra en lonchas y dos pares de guantes.
 
Las bolsas tenían asas y cremallera corrida de apertura superior, y los macutos cierre con cuerda y bloqueo.
 
Estas fueron las bolsas en las que se introdujeron los explosivos sustraídos esa madrugada en la mina, y en las cuales se transportaron hasta Madrid.
 
Y en estas mismas bolsas y macutos se debieron introducir parte de los artefactos utilizados el día 11 de marzo del 2004. Porque sino ¿usted compraría mochilas nuevas para transportar los explosivos cuando ya las tiene?
 
Sin embargo, la Policía siguió una pista diferente, interrogando al ciudadano chino Shenghua Huang, quien regentaba una tienda en el barrio de Lavapiés, próxima a otro establecimiento de uno de los investigados, y que declaró el 18 de marzo del 2004 que en noviembre del 2003 había comprado a uno de sus proveedores 1200 bolsos de nylon de distintos tamaños, y que los había vendido todos en pequeñas cantidades.
 
Los policías pretendían con su interrogatorio conocer quién había sido la persona que compró las bolsas que supuestamente luego se utilizaron en los atentados del 11-M. Pero el ciudadano chino se cerró en banda y no aportó dato alguno a la investigación.
 
Pese a ello, se realizó un informe técnico que determinó que las bolsas vendidas en ese establecimiento no coincidían con la bolsa recuperada procedente de la estación de El Pozo. Por lo tanto esta vía de investigación quedó, momentáneamente, muerta.
 
Es curioso que no se avanzase por esa vía, ¿o es que no se compró ninguna bolsa en esa tienda?
 
Realmente no tenía sentido que alguien que pretendía cometer un atentado terrorista del calibre del ocurrido en Madrid la mañana del 11 de marzo del 2004 se dedicase a comprar los recipientes para las bombas en la tienda de enfrente. Vamos, en la tienda de la esquina.
 
De otra manera podría argumentarse que todo lo hicieron entre vecinos, cuando no entre amigos: compraron las tarjetas en la tienda de Jamal Zougam (discutido y discutible), llevaron los teléfonos a desbloquear a la de Ayman Maussili (llevaron parte del lote, y los llevaron los empleados de Bazar Top no los terroristas), la cinta para la reivindicación aprovecharon otra tienda de teléfonos para comprarla en ella,…
 
Pero la pregunta que en este punto cabe hacerse es, ¿era necesario comprar bolsas en Madrid?
 
La respuesta necesita el auxilio de las matemáticas, y podemos enunciarla como si de un problema de esta materia se tratase "si el fin de semana del 28 y 29 de febrero hemos comprado tres macutos y tres mochilas en Asturias para traernos explosivos y, además, tenemos de tres a cinco bolsas traídas por los asturianos en sus distintos viajes a Madrid entre enero y marzo, esto sumaría entre nueve y once bolsas y/o mochilas, con lo cual: ¿Cuántas mochilas o bolsas tendremos que comprar para alcanzar el número trece (número total de mochilas que explotaron y no explotaron el día 11 de marzo)?"
 
La respuesta es sencilla: de dos a cuatro bolsas. Y habría que comprarlas suponiendo que entre todos los integrantes y colaboradores de la célula terrorista (recuérdese que se detuvo durante la investigación a más de cien personas) no fuesen capaces de encontrar dos ó cuatro bolsas que les sobrasen, cosa extraña cuando todos ellos están continuamente de mudanza y, además, el mismo 8 de marzo muchos de ellos cambiaron de domicilio.
 
Para completar el cuadro, no olvidemos varias cosas:

a)      si utilizaron bolsas o mochilas que ya tenían en sus casas, no tenían que comprar ninguna.

b)      distintos testigos manifestaron que la que contenía la bomba que no estalló en la estación de Atocha (y que no pudieron desactivar los Tedax) era una mochila tipo escolar, abierta por la parte superior, y por tanto de un modelo distinto al de la recuperada en IFEMA, con lo cual no sería del modelo vendido por Shenghua Huang.

c)       no parece creíble que Shenghua Huang recordase a una persona que le compró una ó dos bolsas de lo más corriente, en una partida de mil doscientos, si es que le compraron alguna.

d)      se ha puesto en duda, incluso, la autenticidad de la propia bolsa que contenía el artefacto de la comisaría de Puente de Vallecas, no del artefacto en sí mismo.

 
En definitiva: las bolsas y mochilas no se compraron en Madrid, se compraron en Asturias. Y las dos ó cuatro restantes procedían del ajuar de los terroristas.
 
De este modo tendríamos entre nueve y once bolsas y mochilas procedentes de Asturias (las tres, ó hasta cinco, usadas por los asturianos y comprada alguna de ellas en El Corte Inglés, sumadas a las tres mochilas y tres macutos comprados por Jamal en el Carrefour de Trasona-Corvera).
 
La Guardia Civil realizó un estudio fotográfico de los distintos modelos de bolsas de la marca Adidas que pudiesen encajar con la descrita por uno de los porteadores de explosivos, pero no hemos encontrado ni una sola gestión realizada por los investigadores en Asturias para ofrecer fotografías de los modelos comprados en Carrefour o de las tiendas donde se procuraron las que transportaron los asturianos.

martes, 6 de noviembre de 2007

22. Los terminales telefónicos manipulados.

 

¿Se comprobó durante la investigación si cada terminal telefónico que se ocupó a los detenidos o se encontró, como ocurrió en Leganés, llevaba el software que montaba en origen, o si se había modificado éste?

 

No. Ni tan siquiera se menciona a lo largo del Sumario la posibilidad de efectuar prueba alguna sobre esto. Como tampoco se efectúa ninguna para saber si los terminales telefónicos estaban liberados. En muchos casos se debe interpretar que esto sí ha sucedido puesto que se trata de terminales suministrados por una determinada operadora (como los Trium de Telefónica) que se utilizan con tarjetas de otra (Amena en el caso de la "mochila de Vallecas").

 

Pero el problema es digno de estudio. De acuerdo con el IMEI del terminal telefónico (el "carné de identidad" del terminal) el software debe ser uno determinado. Esto es así para los teléfonos que utilizan tecnología symbian, en los que el IMEI identifica, entre otras cosas, el fabricante del terminal y el operador para el que se pone en el mercado.

 

Para explicarlo de una manera sencilla. Un terminal telefónico (un teléfono móvil, para que nos entendamos) funciona, entre otras razones, porque lleva cargado un programa informático ( software) que le permite entender y realizar una serie de órdenes, tales como reconocer una tarjeta SIM, conectarse con una red de telefonía móvil, desde allí conectarse con el teléfono de destino, utilizar la agenda con los números de teléfono, etc.

 

Todos sabemos que cuando compramos en España una tarjeta telefónica (por ejemplo, Movistar) ha de ser de la misma compañía que el teléfono que tenemos, o al revés, si tenemos un teléfono Movistar debemos utilizar una tarjeta telefónica (un número de teléfono móvil) de Movistar.

 

El primer escalón en orden de dificultad que salvan quienes conocen el software que se utiliza en los teléfonos móviles es eliminar el bloqueo informático que impide a un terminal telefónico ser utilizado con tarjetas de otras compañías. Es decir, lo primero que hace un "crackeador"  es eliminar algunas claves de seguridad del software y permitir que el terminal sea utilizado por tarjetas de cualquier operador telefónico. Esto es lo que se conoce como "liberar" un móvil.

 

Cuando se realiza esta operación el número que identifica al terminal, el IMEI, permanece inalterado. Es decir, nuestro terminal reconocerá cualquier tarjeta que usemos, pero seguirá manteniendo el mismo IMEI, puesto que el software fundamental no se ha modificado.

 

El segundo escalón de dificultad consiste en modificar el IMEI del terminal, cambiando para ello el software del mismo. Si borramos el software del terminal y le cargamos una versión distinta (normalmente más nueva), el teléfono volverá a funcionar, pero su número de IMEI será distinto, y aparecerá en la red de telefonía en principio como nuevo.

 

Pues bien, en todo el Sumario no aparece una sola prueba pericial que explique detallada o superficialmente si los terminales que la Policía encontró a lo largo de toda la investigación habían sido manipulados, y si lo fueron en qué consistió la manipulación. Y lo mismo que decimos para los terminales podemos decir para las tarjetas SIM.

 

De haberse hecho estas comprobaciones tal vez se hubiesen esclarecido cosas como las recogidas en el Sumario, donde aparecen conceptos tales como "IMEI ARREGLADO", que nadie se ha molestado en explicar qué significa, si es que los IMEI de esos teléfonos fueron arreglados por un técnico, con lo cual habría que saber quien fue el técnico que reparó los teléfonos, si se trata del IMEI "corregido" que usan algunas operadoras telefónicas para su control interno, o si esos IMEI son realmente copias exactas de otros (están clonados).

 

De ese modo también habrían tenido respuesta esas incongruentes llamadas que se mencionan en el Sumario en las que simultáneamente los dos interlocutores son llamantes, cuando uno debería ser llamante y el otro llamado.

 

Pero lo que en la instrucción sumarial no se investiga sí se menciona en la sentencia. Así, el juez Gómez Bermúdez señala en los folios 531 y siguientes de la misma que los IMEI manipulados aparecen como 111111111111111 para evitar que se conozca el fabricante y el número real del mismo. Es decir, ha existido intervención humana con posterior a la fabricación del terminal. Y esta mención no es gratuita, puesto que en el Sumario 20/04 aparecen varios terminales telefónicos con esa numeración propia de los que han sido manipulados.
 
Esa explicación en la sentencia no es más que un discreto tirón de orejas para el instructor del Sumario.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Cosas de la sentencia del 11-M (I)

Acotaciones de urgencia a la sentencia.

 

Después de cuatro meses de deliberaciones el Tribunal del 11-M olvidó fijar en sentencia las indemnizaciones para los 192 fallecidos. Una vez más las víctimas eran las olvidadas.

 

No cabe otra explicación para tal hecho que la ausencia de dos cosas: un guión de trabajo y una revisión final. La omisión de esa cita indemnizatoria deja en evidencia a los juzgadores.

 

Pero hay más omisiones. Según la sentencia, la célula yihadista que cometió los atentados del 11-M "flota" en el mundo, sin conexión alguna con nadie. ¿Podemos imaginar un comando terrorista sin ideólogos, sin financiación, sin suministradores de armas, sin colaboradores secundarios? Pues parece ser que ésta sí que pudo existir de ese modo.

 

Por el contrario, aparecen datos interesantes. ¿Alguien dijo que los investigados no manipularon y clonaron teléfonos móviles? Pues el Tribunal del 11-M en sus folios 531 y siguientes de la sentencia dice cómo saber si un teléfono móvil presenta su IMEI modificado. Y teléfonos con IMEI modificados aparecen en el Sumario.

 

¿Alguien pensó que todos los terroristas de montaron en Alcalá de Henares para poner las bombas? Pues el Tribunal dice en los folios 581 y siguientes que también montaron en Torrejón de Ardoz.

 

Pero todo esto, y más, ya estaba escrito en el libro "Tengo 192 preguntas para usted… señor Presidente del Tribunal del 11-M".