viernes, 23 de noviembre de 2007

23. Las bolsas y mochilas de los explosivos.

 

¿Dónde se compraron las bolsas en las que se transportaron los explosivos del 11-M?

 

Para trasladar la totalidad de los explosivos, desde Asturias a Madrid, tuvieron que realizarse varios viajes. Desde principios del 2004 viajaron varios ciudadanos españoles desde el Principado, desplazándose en autobuses de línea con bolsas provistas de candados con combinación, y a finales de febrero fueron los mismos terroristas quienes subieron hasta Asturias y regresaron con bolsas cargadas de explosivos.
 
No sabemos a ciencia cierta cuantos viajes se hicieron desde Asturias hasta Madrid para acarrear explosivos y detonadores, antes del último fin de semana de febrero de 2004, es seguro que un mínimo de tres, pero pudieron ser hasta cinco.
 

Es de suponer que las bolsas de deporte empleadas para los viajes en autobús, y cerradas con candado provisto de combinación, no se tiraron a la basura. No tendría sentido tirar las bolsas y conservar los explosivos al aire libre. Lo más probable es que los cartuchos de dinamita continuasen en su interior (para algo tenía ya cada una su candado con combinación) y luego fueran empleadas para contener en ellas otros tantos artefactos explosivos el día 11 de marzo.

 
De este modo tendríamos entre tres y cinco bolsas. De ellas se nos habla en el Sumario, de su capacidad, algunas 30 ó 40 kilogramos de peso, y de su marca y color, citando en concreto a una de color azul y negro con dos cremalleras, de la marca Adidas. Incluso que alguna de ellas fue comprada en El Corte Inglés.
 
Por otra parte, tal y como declaró en su momento una cajera del establecimiento Carrefour de Trasona-Corvera, y aparece en un tique correspondiente al día 28 de febrero del 2004, a las 21.23 horas de ese día, una persona pagó en efectivo una compra por importe de 195,10 euros, en la que estaban, además de seis bolsas de tamaño considerable, como eran las tres mochilas modelo "Teide" de 45 litros de capacidad cada una de ellas y los tres macutos, una serie de productos imprescindibles para una noche en el monte, como eran las tres linternas, ocho pilas LR06 para las linternas, tres latas de sardinas, un pack de cuatro yogures "Bio", una botella de leche semidesnatada "Asturiana" de 1,5 litros, un cuchillo cocinero, una bandeja con 16 palmeritas "Dulcesol", un paquete de magdalenas cuadradas marca Carrefour, dos paquetes de queso de cabra en lonchas y dos pares de guantes.
 
Las bolsas tenían asas y cremallera corrida de apertura superior, y los macutos cierre con cuerda y bloqueo.
 
Estas fueron las bolsas en las que se introdujeron los explosivos sustraídos esa madrugada en la mina, y en las cuales se transportaron hasta Madrid.
 
Y en estas mismas bolsas y macutos se debieron introducir parte de los artefactos utilizados el día 11 de marzo del 2004. Porque sino ¿usted compraría mochilas nuevas para transportar los explosivos cuando ya las tiene?
 
Sin embargo, la Policía siguió una pista diferente, interrogando al ciudadano chino Shenghua Huang, quien regentaba una tienda en el barrio de Lavapiés, próxima a otro establecimiento de uno de los investigados, y que declaró el 18 de marzo del 2004 que en noviembre del 2003 había comprado a uno de sus proveedores 1200 bolsos de nylon de distintos tamaños, y que los había vendido todos en pequeñas cantidades.
 
Los policías pretendían con su interrogatorio conocer quién había sido la persona que compró las bolsas que supuestamente luego se utilizaron en los atentados del 11-M. Pero el ciudadano chino se cerró en banda y no aportó dato alguno a la investigación.
 
Pese a ello, se realizó un informe técnico que determinó que las bolsas vendidas en ese establecimiento no coincidían con la bolsa recuperada procedente de la estación de El Pozo. Por lo tanto esta vía de investigación quedó, momentáneamente, muerta.
 
Es curioso que no se avanzase por esa vía, ¿o es que no se compró ninguna bolsa en esa tienda?
 
Realmente no tenía sentido que alguien que pretendía cometer un atentado terrorista del calibre del ocurrido en Madrid la mañana del 11 de marzo del 2004 se dedicase a comprar los recipientes para las bombas en la tienda de enfrente. Vamos, en la tienda de la esquina.
 
De otra manera podría argumentarse que todo lo hicieron entre vecinos, cuando no entre amigos: compraron las tarjetas en la tienda de Jamal Zougam (discutido y discutible), llevaron los teléfonos a desbloquear a la de Ayman Maussili (llevaron parte del lote, y los llevaron los empleados de Bazar Top no los terroristas), la cinta para la reivindicación aprovecharon otra tienda de teléfonos para comprarla en ella,…
 
Pero la pregunta que en este punto cabe hacerse es, ¿era necesario comprar bolsas en Madrid?
 
La respuesta necesita el auxilio de las matemáticas, y podemos enunciarla como si de un problema de esta materia se tratase "si el fin de semana del 28 y 29 de febrero hemos comprado tres macutos y tres mochilas en Asturias para traernos explosivos y, además, tenemos de tres a cinco bolsas traídas por los asturianos en sus distintos viajes a Madrid entre enero y marzo, esto sumaría entre nueve y once bolsas y/o mochilas, con lo cual: ¿Cuántas mochilas o bolsas tendremos que comprar para alcanzar el número trece (número total de mochilas que explotaron y no explotaron el día 11 de marzo)?"
 
La respuesta es sencilla: de dos a cuatro bolsas. Y habría que comprarlas suponiendo que entre todos los integrantes y colaboradores de la célula terrorista (recuérdese que se detuvo durante la investigación a más de cien personas) no fuesen capaces de encontrar dos ó cuatro bolsas que les sobrasen, cosa extraña cuando todos ellos están continuamente de mudanza y, además, el mismo 8 de marzo muchos de ellos cambiaron de domicilio.
 
Para completar el cuadro, no olvidemos varias cosas:

a)      si utilizaron bolsas o mochilas que ya tenían en sus casas, no tenían que comprar ninguna.

b)      distintos testigos manifestaron que la que contenía la bomba que no estalló en la estación de Atocha (y que no pudieron desactivar los Tedax) era una mochila tipo escolar, abierta por la parte superior, y por tanto de un modelo distinto al de la recuperada en IFEMA, con lo cual no sería del modelo vendido por Shenghua Huang.

c)       no parece creíble que Shenghua Huang recordase a una persona que le compró una ó dos bolsas de lo más corriente, en una partida de mil doscientos, si es que le compraron alguna.

d)      se ha puesto en duda, incluso, la autenticidad de la propia bolsa que contenía el artefacto de la comisaría de Puente de Vallecas, no del artefacto en sí mismo.

 
En definitiva: las bolsas y mochilas no se compraron en Madrid, se compraron en Asturias. Y las dos ó cuatro restantes procedían del ajuar de los terroristas.
 
De este modo tendríamos entre nueve y once bolsas y mochilas procedentes de Asturias (las tres, ó hasta cinco, usadas por los asturianos y comprada alguna de ellas en El Corte Inglés, sumadas a las tres mochilas y tres macutos comprados por Jamal en el Carrefour de Trasona-Corvera).
 
La Guardia Civil realizó un estudio fotográfico de los distintos modelos de bolsas de la marca Adidas que pudiesen encajar con la descrita por uno de los porteadores de explosivos, pero no hemos encontrado ni una sola gestión realizada por los investigadores en Asturias para ofrecer fotografías de los modelos comprados en Carrefour o de las tiendas donde se procuraron las que transportaron los asturianos.

martes, 6 de noviembre de 2007

22. Los terminales telefónicos manipulados.

 

¿Se comprobó durante la investigación si cada terminal telefónico que se ocupó a los detenidos o se encontró, como ocurrió en Leganés, llevaba el software que montaba en origen, o si se había modificado éste?

 

No. Ni tan siquiera se menciona a lo largo del Sumario la posibilidad de efectuar prueba alguna sobre esto. Como tampoco se efectúa ninguna para saber si los terminales telefónicos estaban liberados. En muchos casos se debe interpretar que esto sí ha sucedido puesto que se trata de terminales suministrados por una determinada operadora (como los Trium de Telefónica) que se utilizan con tarjetas de otra (Amena en el caso de la "mochila de Vallecas").

 

Pero el problema es digno de estudio. De acuerdo con el IMEI del terminal telefónico (el "carné de identidad" del terminal) el software debe ser uno determinado. Esto es así para los teléfonos que utilizan tecnología symbian, en los que el IMEI identifica, entre otras cosas, el fabricante del terminal y el operador para el que se pone en el mercado.

 

Para explicarlo de una manera sencilla. Un terminal telefónico (un teléfono móvil, para que nos entendamos) funciona, entre otras razones, porque lleva cargado un programa informático ( software) que le permite entender y realizar una serie de órdenes, tales como reconocer una tarjeta SIM, conectarse con una red de telefonía móvil, desde allí conectarse con el teléfono de destino, utilizar la agenda con los números de teléfono, etc.

 

Todos sabemos que cuando compramos en España una tarjeta telefónica (por ejemplo, Movistar) ha de ser de la misma compañía que el teléfono que tenemos, o al revés, si tenemos un teléfono Movistar debemos utilizar una tarjeta telefónica (un número de teléfono móvil) de Movistar.

 

El primer escalón en orden de dificultad que salvan quienes conocen el software que se utiliza en los teléfonos móviles es eliminar el bloqueo informático que impide a un terminal telefónico ser utilizado con tarjetas de otras compañías. Es decir, lo primero que hace un "crackeador"  es eliminar algunas claves de seguridad del software y permitir que el terminal sea utilizado por tarjetas de cualquier operador telefónico. Esto es lo que se conoce como "liberar" un móvil.

 

Cuando se realiza esta operación el número que identifica al terminal, el IMEI, permanece inalterado. Es decir, nuestro terminal reconocerá cualquier tarjeta que usemos, pero seguirá manteniendo el mismo IMEI, puesto que el software fundamental no se ha modificado.

 

El segundo escalón de dificultad consiste en modificar el IMEI del terminal, cambiando para ello el software del mismo. Si borramos el software del terminal y le cargamos una versión distinta (normalmente más nueva), el teléfono volverá a funcionar, pero su número de IMEI será distinto, y aparecerá en la red de telefonía en principio como nuevo.

 

Pues bien, en todo el Sumario no aparece una sola prueba pericial que explique detallada o superficialmente si los terminales que la Policía encontró a lo largo de toda la investigación habían sido manipulados, y si lo fueron en qué consistió la manipulación. Y lo mismo que decimos para los terminales podemos decir para las tarjetas SIM.

 

De haberse hecho estas comprobaciones tal vez se hubiesen esclarecido cosas como las recogidas en el Sumario, donde aparecen conceptos tales como "IMEI ARREGLADO", que nadie se ha molestado en explicar qué significa, si es que los IMEI de esos teléfonos fueron arreglados por un técnico, con lo cual habría que saber quien fue el técnico que reparó los teléfonos, si se trata del IMEI "corregido" que usan algunas operadoras telefónicas para su control interno, o si esos IMEI son realmente copias exactas de otros (están clonados).

 

De ese modo también habrían tenido respuesta esas incongruentes llamadas que se mencionan en el Sumario en las que simultáneamente los dos interlocutores son llamantes, cuando uno debería ser llamante y el otro llamado.

 

Pero lo que en la instrucción sumarial no se investiga sí se menciona en la sentencia. Así, el juez Gómez Bermúdez señala en los folios 531 y siguientes de la misma que los IMEI manipulados aparecen como 111111111111111 para evitar que se conozca el fabricante y el número real del mismo. Es decir, ha existido intervención humana con posterior a la fabricación del terminal. Y esta mención no es gratuita, puesto que en el Sumario 20/04 aparecen varios terminales telefónicos con esa numeración propia de los que han sido manipulados.
 
Esa explicación en la sentencia no es más que un discreto tirón de orejas para el instructor del Sumario.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Cosas de la sentencia del 11-M (I)

Acotaciones de urgencia a la sentencia.

 

Después de cuatro meses de deliberaciones el Tribunal del 11-M olvidó fijar en sentencia las indemnizaciones para los 192 fallecidos. Una vez más las víctimas eran las olvidadas.

 

No cabe otra explicación para tal hecho que la ausencia de dos cosas: un guión de trabajo y una revisión final. La omisión de esa cita indemnizatoria deja en evidencia a los juzgadores.

 

Pero hay más omisiones. Según la sentencia, la célula yihadista que cometió los atentados del 11-M "flota" en el mundo, sin conexión alguna con nadie. ¿Podemos imaginar un comando terrorista sin ideólogos, sin financiación, sin suministradores de armas, sin colaboradores secundarios? Pues parece ser que ésta sí que pudo existir de ese modo.

 

Por el contrario, aparecen datos interesantes. ¿Alguien dijo que los investigados no manipularon y clonaron teléfonos móviles? Pues el Tribunal del 11-M en sus folios 531 y siguientes de la sentencia dice cómo saber si un teléfono móvil presenta su IMEI modificado. Y teléfonos con IMEI modificados aparecen en el Sumario.

 

¿Alguien pensó que todos los terroristas de montaron en Alcalá de Henares para poner las bombas? Pues el Tribunal dice en los folios 581 y siguientes que también montaron en Torrejón de Ardoz.

 

Pero todo esto, y más, ya estaba escrito en el libro "Tengo 192 preguntas para usted… señor Presidente del Tribunal del 11-M".

martes, 30 de octubre de 2007

21. El coste de los atentados.

Cómo se financió el 11-M.

 

 

Para empezar digamos que, tal y como ha quedado acreditado en el escueto y cojo informe económico, la mayoría de los implicados poseían trabajos de subsistencia, con dificultades económicas incluso para pagar el recibo de la luz. Por lo tanto, es difícil que ellos fuesen los financiadores de los atentados.
 
No olvidemos una cosa: los ejecutores materiales, los del escalón inferior de una célula terrorista, no eran los financiadores de la operación (estaríamos hablando entonces de una especie de "autogestión" delictiva), con lo cual, una investigación económica de sus medios de vida no nos puede llevar a la fuente de financiación. Y este es un error gravísimo de la investigación.
 
Como toda organización necesita financiarse, en este caso también necesitamos saber cómo se han financiado realmente, el papel de las empresas de los distintos implicados (si es que lo tuvieron), su incidencia en los hechos (necesarias bien porque proporcionaban dinero, bien porque prestaban servicios a los miembros de la organización), y los auténticos propietarios de las mismas.
 
Y si la fuente de financiación fue la actividad delictiva de Jamal Ahmidan, también debería haberse reflejado la misma en el informe.
 
Sin embargo, no hay en la valoración económica que aparece en el Tomo 169 del Sumario una aproximación medianamente seria a lo que aquí preguntamos. Y saber esto es tan necesario como los números de teléfono que utilizó cada terrorista.
 
Por si la ausencia de valoración del peso de las distintas sociedades en la financiación de los atentados no fuese suficiente laguna, el informe adolece de información básica.
 
a) desprecia el gasto en combustible para vehículos de los integrantes de la célula. Gente que viaja a Asturias, Granada, Jaén, Toledo, Morata, etc. En pocas palabras, gente que depende del coche para cualquier gestión que necesiten. Y moverse en coche en Madrid implica hacer, casi sin darse cuenta, 100 km. diarios. Son varios los coches que se emplean, y la carga de llenar el depósito de combustible todas las semanas debía suponer un esfuerzo importante para unas economías de subsistencia, como se les califica en el informe.
 
b) liquida de un plumazo los costes de alquiler de viviendas. De nada sirve alegar que muchos de ellos compartían vivienda. Sí, es cierto, pero además de compartir vivienda mantenían las familiares (caso de Jamal Ahmidan o los hermanos Oulad), con lo cual el gasto en alquileres se mantiene constante. En muchas ocasiones los alquileres son por periodos cortos (uno ó dos meses), lo cual obliga a continuos cambios de domicilio, aunque en otros casos las viviendas tienen el carácter de "puntos de acogida" a los que acuden una y otra vez para pasar la noche, siendo los encargados de alquilarlas siempre los mismos.
 
c) no incluye datos detallados de los movimientos de las 186 cuentas bancarias que parece ser fueron investigadas. Tal vez basándose en la afirmación de que no existe interrelación entre dichas cuentas (no existen movimientos cruzados), los expertos han considerado de poco interés saber cuánto dinero se movía en cada cuenta en los meses previos a los atentados. Grave error, si se dice que las economías son de subsistencia, nada mejor que los movimientos de las cuentas bancarias de cada uno para corroborarlo.
 
d) no realiza una estimación del dinero necesario para vivir de los integrantes del grupo en los tres meses previos a los atentados (como mínimo) y las fuentes de ingresos de los mismos. Es decir, un cuadro de entradas y salidas de dinero en el que habría que incluir tanto los ingresos acreditados de cada uno de ellos como los gastos fijos (luz, agua, comida). Este cuadro permitiría hacerse una idea cabal de cuánto dinero de mano disponían en realidad los investigados.
 

e) no incluye el gasto en comunicaciones (fax, teléfonos fijos y móviles, locutorios, Internet) de los integrantes de dicha célula. ¿Tan insignificante es la cantidad destinada a ello? Hagamos números: alrededor de veinte personas, cada una de ellas con al menos un terminal telefónico (cuyo coste no se ha incluido, ya que únicamente se valoran los terminales utilizados para los artefactos explosivos), utilizando en algunas ocasiones hasta cuatro tarjetas SIM distintas, y un mínimo de tres meses de plena actividad (desde mediados de diciembre del 2003). Esto supone entre 5 y 10.000 euros en comunicaciones (y seguro que nos quedamos cortos, puesto que el examen del tráfico de los números de uno solo de los implicados ya alcanza los 3.000 euros), si la facturación es real, es decir, si no existe ningún fraude en los consumos realizados por los implicados.

Más aún, teniendo a su disposición los listados de llamadas de cada uno de los teléfonos utilizados por los investigados, y conociendo el precio de las llamadas (estamos hablando de miles, muchas de ellas a Marruecos) se debería haber hecho un cálculo muy aproximado del dinero empleado en comunicaciones. En este mismo capítulo, quedaría por evaluar el gasto en cabinas telefónicas y locutorios (aunque las internas del grupo en las que se recibe desde estos lugares también son cuantificables).
 
f) Decir que la droga es una de las fuentes de financiación del grupo es una respuesta socorrida y fácil, ya que como se trata de algo ilícito no hay posibilidad de responder de manera precisa al volumen de dinero que se mueve. Y en el Sumario no consta dato alguno de este tráfico. Sí, es cierto, se menciona a Jamal Ahmidan como traficante y se enumera a parte de los integrantes de su grupo dedicado a estos menesteres. También que se cita (de referencia) a la persona que suministraba la droga habitualmente a la gente de Asturias. Y que se hizo una importantísima aprehensión de drogas sintéticas en uno de los registros. Pero no aparece dato alguno referido a contactos telefónicos, por ejemplo, para efectuar alguna operación de este tipo durante los meses previos a los atentados.
 

g) Peor aún, hay flecos que no se aclararon durante la instrucción. Como fue el tema de los 33 billetes de 500 euros que aparecieron entre los restos del piso de Leganés. Todavía en el verano del 2007 quedaba por localizar la procedencia de esos billetes. Incluso un agente de la UCIE declaró en la vista oral que no le permitieron seguir el rastro de los mismos.

Y en ningún sitio quedó acreditado que ninguno de los investigados hubiese tenido capacidad económica para mover esa cantidad de dinero. En esto sí que es claro el informe económico de la Policía, los movimientos de las distintas cuentas bancarias eran mínimos, y ninguna cuenta bancaria registraba operaciones por importe que pudiese ser equivalente a la cantidad que aquí se investiga.

El Banco de España redactó un primer informe sobre alguno de esos billetes el 22 de abril del 2004, y un segundo informe sobre los mismos nunca llegó al Juzgado.

Finalmente, el 2 de julio del 2007 hemos sabido por la prensa el origen de esos billetes. Un artículo de Casimiro García-Abadillo publicado en El Mundo lo explica con claridad: procedían de la propia Policía, y eran un señuelo para llegar hasta Jamal Ahmidan. Lamentablemente, falló.
 
h) tampoco hace un seguimiento a las tarjetas de débito y crédito de los implicados. Por no aparecer no aparece un listado donde se refleje el número de tarjetas y los titulares de las mismas.
 

En resumen, una investigación de unos hechos que costaron 192 vidas, que ocupa más de 200 tomos y ha llevado casi dos años, en la que han intervenido cientos de policías, no sólo de España, sino en medio mundo (Italia, Bélgica, Francia, Marruecos, Estados Unidos,…), no se puede resumir económicamente en un informe donde la literatura (las explicaciones acerca de la Hawala y el zaqt) trate de arropar a las poco más de 4 líneas mal contadas y en las que no se entre en el fondo en ningún momento.

viernes, 26 de octubre de 2007

Ahora las 192 preguntas en libro.

Si estás interesado en leer las 192 preguntas ya, sin esperar a su publicación en esta bitácora, sin los comentarios de los internautas, sin esperas,... puedes conseguir el libro a través de la web www.tengo192preguntas.com visítala e infórmate.
 
 
 

20. El viaje a Lisboa que nadie quiso investigar.

¿Viajaron realmente a Lisboa Sarhane y Jamal Ahmidan el 25 de febrero del 2004?, ¿se llevaron sus teléfonos móviles a ese viaje? Mejor dicho, ¿dónde estaban localizados los terminales y las tarjetas de uno y otro durante ese día?

 

Un taxista declaró que el 25 de febrero a primeras horas de la mañana recogió en la Terminal número 1 de Barajas a dos personas de aspecto árabe, a las cuales describe en su declaración ante la Policía, y reconoció a una de ellas como Jamal Ahmidan y a la otra (con reservas) como Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet "el Tunecino". Los viajeros le abordaron diciéndole que habían perdido el vuelo que les tenía que llevar a Lisboa. Y hasta esa ciudad los trasladó. Al taxista le resultó curioso que ninguno de los dos llevase equipaje, únicamente uno de ellos portaba un libro que el taxista llama "una Biblia", y que probablemente sería un Corán.

 

A la llegada a Lisboa le preguntaron al taxista por "la zona de las playas". Finalmente, el testigo los dejó cerca de una parada de taxis en el centro de la ciudad, próxima a El Corte Inglés, y regresó a Madrid, no sin antes haber cobrado los 600 dólares que importaba la carrera, y que le pagaron con billetes nuevos.

 

En la declaración del taxista en ningún momento se hace mención a teléfonos móviles que hubiesen podido utilizar los viajeros, ni a llamadas que los mismos recibiesen, por eso sería interesante saber dónde estuvieron los terminales de Jamal y Sarhane ese día 25 de febrero.

 

El informe que aparece en los tomos 189 y 190 del Sumario recoge las respuestas a distintas preguntas que el juez Del Olmo hizo a los investigadores de la Policía, en relación a números de teléfono, llamadas y posición de los mismos.

 

En concreto, la pregunta número 32 del juez era: "Con relación a los teléfonos móviles atribuidos a Jamal Ahmidan y Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, comprobación si desde las 7 horas hasta las 18 horas de los días 18 de febrero de 2004 y 25 de febrero de 2004 se efectuaron llamadas en dichos teléfonos y si consta su localización a través de B.T.S." El juez intentaba con esa doble petición cubrir dos posibles fechas, por si el taxista hubiese confundido las fechas, máxime, teniendo en cuenta que Jamal Ahmidan se encontraba ya el día 26 reunido en Madrid con Carmen Toro y José Emilio Suárez Trashorras.

 

La respuesta de la Policía al juez, después de indicar los distintos números de teléfonos móviles usados por uno y otro, es que "no se han detectado contacto alguno entre Jamal Ahmidan y Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet entre las 07:00 horas y las 18:00 horas del día 18 de febrero y 25 de febrero de 2004."

 

Al responder a una cosa que no se les pregunta "contacto… entre Jamal Ahmidan y Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet", (obviamente era innecesario ese contacto telefónico entre ambos si viajaban juntos en el mismo taxi camino de Lisoba) y dejar sin contestar lo realmente interesante, y por lo que el juez les preguntaba "si desde las 7 horas… se efectuaron llamadas en dichos teléfonos y si consta su localización a través de B.T.S."  evitan las subsiguientes preguntas comprometedoras como ¿qué hacían ambos juntos en Lisboa?
 
De este modo seguimos sin saber si realmente Jamal y Sarhane viajaron a Lisboa uno de esos días de febrero. Por supuesto, también seguismos sin conocer si se pusieron en contacto telefónico con alguien durante dichas horas.

lunes, 15 de octubre de 2007

18. El hilo del teléfono de la mochila de El Pozo.

El principio del lío de los teléfonos, ¿cómo empezó todo esto?

 

El hilo fundamental para la investigación de los atentados de Madrid llegó a manos de la Policía en la madrugada del 11 al 12 de marzo, cuando los artificieros desactivaron en el parque Azorín la bomba que contenía la mochila número 13, procedente de la estación de El Pozo del Tío Raimundo y que habían llevado allí desde la Comisaría de Puente de Vallecas (desde entonces sería más conocida como la "mochila de Vallecas"). En su interior encontraron, además del explosivo, un terminal telefónico de la marca Trium, modelo T-110p ("p" de Premium), fabricado por Mitsubishi, y que estaba preparado, en principio, para funcionar con tarjetas Movistar. Ese terminal y la tarjeta SIM que contenía fueron como oro en paño para guiar las investigaciones por el camino adecuado.

 

Al desmontar el teléfono, los investigadores encontraron en su interior una pegatina con el número de IMEI 350822350844612, que averiguaron estaba asociado con la tarjeta SIM 660955944.

 

El siguiente paso fue comprobar a quién pertenecía la tarjeta SIM, y así llegaron hasta una mujer, Dolores M. S., quien explicó cómo y cuando había comprado el teléfono que ella tenía (el terminal era un TSM5a de Telefónica, no un Trium T-110p) en una tienda, Sindhu Enterprise, de la calle Rafaela Ibarra, en Madrid. En esos momentos comprobaron que la tarjeta SIM estaba funcionando realmente pero con otro número de IMEI.

 

Si el número de IMEI de la pegatina correspondía a una tarjeta SIM determinada, y ambos, IMEI y SIM, no estaban conectados en esos momentos de una manera normal, como habían comprobado los policías al hablar con Dolores M. S. entonces, entonces el número de IMEI de la pegatina debía estar funcionando en otro terminal.

 

Los policías hicieron también la comprobación acerca del software que montaba el teléfono Trium T-110p de la "mochila de Vallecas", y resultó que, efectivamente, el número de IMEI del terminal no era el mismo de la pegatina, sino que en realidad era el número 350822350941947, que estaba asociado a la tarjeta SIM 680713060. La Policía mantuvo intervenido con autorización judicial ese teléfono menos de 48 horas, indicando al juez el día 15 de marzo que "carece de interés para esta investigación" . Pero como dicen en su escrito de conclusiones los letrados Juan Carlos Rodríguez Segura y Carmen Rubio Valero, que representan a quince víctimas, "no consta en el sumario que la Policía hiciera averiguación ninguna similar a la que hizo con Dolores". Es decir, no sabemos quién usaba en realidad esa tarjeta SIM.

 

Otro paso que dieron los investigadores fue comprobar cuál era el número de teléfono que atendía la tarjeta SIM que llevaba el terminal telefónico de la mochila. Era una tarjeta de la operadora Amena, con el número 652282963. De esta tarjeta la Policía averiguó que había sido "expedida" (encendida en un terminal telefónico, pero sin enviar ni recibir llamadas) bajo la BTS de Morata de Tajuña el 9 ó 10 de marzo del 2004. Lógicamente, si la tarjeta SIM era de Amena y el terminal telefónico era de Movistar, para que funcionase el conjunto el terminal debería estar "liberado" (un terminal "liberado" es aquel a cuyo software se ha accedido y se ha procedido de tal modo que el teléfono se pueda utilizar con la tarjeta de cualquier operador telefónico, en lugar de usar exclusivamente la del operador de origen).

 

Siguiendo sus averiguaciones los policías descubrieron que esa tarjeta SIM procedía de un lote vendido por la empresa Sindhu Enterprise, S. L. a la tienda-locutorio Jawal Mundo Telecom el 25 de febrero del 2004. Esta información permitió llegar a los primeros miembros y colaboradores de la célula terrorista.

 

Como puede deducirse de lo anterior, el inicio de la investigación partiendo del terminal telefónico y la tarjeta SIM encontrados en la bomba de Vallecas, está parcialmente aclarado:

-                          el IMEI que aparecía en la pegatina del interior del terminal de la mochila de Vallecas correspondía a un terminal telefónico TSM5a que se sabe fue liberado por la tienda Test Ayman días antes de los atentados. En concreto al terminal que había comprado Dolores M. S. y que luego le fue cambiado ante sus reiteradas quejas. Recordemos que nadie ha dicho en ningún momento que a Test Ayman se llevasen otros terminales que no fuesen los Trium T110-p. No sabemos dónde fue activado por vez primera, ni las tarjetas SIM que contuvo (además de la de Dolores M. S.), ni el tráfico telefónico de las mismas.

-                          la tarjeta SIM que atendía inicialmente ese IMEI era la perteneciente a Dolores M. S., y que ella continuó utilizando con normalidad.

-                          el IMEI del software del terminal de la mochila de Vallecas correspondía a un Trium T110-p, también liberado en Test Ayman días antes de los atentados, procedente de Sindhu Enterprise. Tampoco conocemos su fecha de activación, tarjetas SIM que ha portado y su tráfico.

-                          la tarjeta SIM inicialmente utilizada con ese terminal Trium T110-p se ha dicho que corresponde a una persona sin vinculación con los atentados, pero no sabemos quién es.

-                          la tarjeta SIM que apareció en el teléfono de la mochila de Vallecas era de la operadora Amena, y había sido "expedida" bajo la BTS de Morata de Tajuña horas antes de los atentados.

 

Restan más datos de los terminales cuyos IMEI citamos aquí, y de las tarjetas SIM identificables a través de los mismos, pero su análisis será objeto de otra pregunta.